Empezó como un nuevo cacerolazo, método de protesta que se arraigó entre los argentinos desde la crisis de 2001. Y, tras dos horas de reclamo, la escena se convirtió en caos, con represión policial contra los ciudadanos.
Fue el corolario de 48 horas de miedo, producto de los saqueos y de la medida de fuerza de la Policía, efectuada por un reclamo salarial. La violencia se trasladó de la periferia hacia el corazón de la ciudad. En la plaza Independencia se congregaron vecinos indignados por la falta de seguridad para reprocharle al gobernador, José Alperovich, la falta de resolución de un conflicto que causó grandes pérdidas a comerciantes y temor entre los tucumanos. La movilización había sido convocada por las redes sociales. Cerca de las 19, luego de que Alperovich anunciara el acuerdo con los policías, llegaron los primeros manifestantes que se instalaron frente a la Casa de Gobierno, cercada con vallas. “¡Seguridad!”, pedían a los gritos. También entonaron dos veces el Himno Nacional. El clima se enrareció cuando algunos caceroleros no dejaron circular a la tradicional marcha por la impunidad, que reclama el esclarecimiento del asesinato de Paulina Lebbos, entre otros casos. Los autoconvocados sociales fustigaron la presencia de carteles del Partido Obrero, argumentando que la convocatoria fue espontánea, ciudadana y no política. Había sin embargo dirigentes gremiales y de otros sectores allí, aunque sin identificación evidente.
“Estamos viviendo presos en nuestra ciudad”, exclamó una mujer. “Vivimos muy inseguros; nos sentimos vulnerables y desprotegidos. Mi hijo de siete años me preguntó qué está pasando y no supe qué contestarle”, manifestó Raúl Oliva, de 43 años, que fue a la marcha acompañado de sus dos hijos.
La tensión crecía. Y el enojo era cada vez mayor. A tal punto que los manifestantes corrieron las vallas y coparon la escalinata de la sede del Ejecutivo. Los dos policías que la vigilaban no pudieron contener el avance de los caceroleros. Algunos descargaron su furia con golpes en los autos oficiales allí estacionados; entre ellos, el que traslada habitualmente al gobernador. Le pusieron calcomanías de La Bancaria y le arrojaron huevos.
Mientras la gente se concentraba en la puerta principal de la Casa de Gobierno, llegaron más policías. Y eso alimentó el malestar. Los manifestantes rodearon el edificio de 25 de Mayo y San Martín. La tensión se trasladó hacia el acceso lateral de la sede del PE. Un móvil policial fue víctima de la ira ciudadana, pero su conductor sacó el rodado a gran velocidad; no ocasionó heridos, pero se llevó insultos. Luego, los caceroleros llenaron de basura y otros residuos el lugar; prendieron fuego y eso generó la reacción de Infantería, que salió a reprimir con gases lacrimógenos y balas de goma. Comenzaron las corridas hacia plaza Independencia y, en ese momento, intervino Gendarmería, que hizo a Infantería replegarse en el edificio y salió a dispersar la protesta. La postal fue de sangre y de nervios. Una persona fue alcanzada por una posta de goma que le dio en la cabeza. La imagen de Eduardo Bulos, el herido, recorrió todo el país. “Me pegó un tiro la Policía: sólo vine a protestar. Yo pago mis impuestos y no pude abrir mi bar por culpa de todo esto”, dijo a este diario. Otro joven recibió un balazo en la pierna, mientras una persona fue atendida por asfixia causada por la inhalación de gas pimienta. “No hicimos abandono de servicio. Estuvimos trabajando, pero no pueden tirar piedras, ni dañar el casco histórico de la Casa de Gobierno”, explicaba el comisario Jorge Cruz a los que le pedían seguridad. Carmelo Gavilán, comandante de Gendarmería, dijo que su objetivo fue sólo cuidar a los manifestantes. Pero hubo roces contra los que asistieron a la convocatoria, incluso contra periodistas y fotógrafos que cubrían la protesta.
“Vergüenza nacional”.- Uno de los cantos que aunó las cientos de voces en la plaza Independencia se refirió a la fuerza de seguridad tucumana, que acababa de reprimir a los manifestantes con postas de goma y gases. “¡Policía de Tucumán, vergüenza nacional!” expresaban. También exclamaron el popular: “oh, que se vayan todos, que no quede uno solo”. “Los ‘azules’ nos tiraron gases, pegaron y después desaparecieron; luego aparecieron los gendarmes. Pero fue muy cobarde lo que hicieron”, exclamó Mercedes, de 40 años.
“¿Por qué nos pegan?”.- Cerca de las 21, el personal de Gendarmería Nacional (para entonces eran unos 50) avanzó con sus escudos contra los ciudadanos, ya que una persona no identificada había arrojado una bomba de estruendo. Los cuestionamientos comenzaron entonces contra los uniformados de verde. “¿Por qué nos pegan a nosotros? ¿Por qué no están acá los ‘azules’?”, gritaba un manifestante frente a la barrera de gendarmes.
Heridos.- Además de la herida en la cabeza que sufrió el comerciante Eduardo Bulos (foto), otras personas exhibieron lesiones. Un hombre, dando la espalda, mostró dos heridas de postas de goma; además, decenas de mujeres y jóvenes aseguraban haber recibido golpes. Según el comisario Jorge Cruz, hubo dos oficiales lesionados.
Funcionarios y empleados, encerrados.- Una vez que se desalojó la plaza Independencia, funcionarios y empleados que se encontraban en Casa de Gobierno pudieron abandonar el edificio por calle San Martín, hacia el oeste. Los vehículos que quedaron estacionados allí fueron atacados por desconocidos.